domingo, 14 de febrero de 2010

¿"Una, grande y libre"?

No soy de derechas. Considero el conservadurismo, junto con todas sus filiales (neocon, catolicismo, regionalismos o nacionalismos locales, ultracon, liberalismo, capitalismo y demás ramificaciones) como algo retrógrado, egoísta, hipócrita, haciendo con la mano pública lo que deshace con la otra a escondidas, guardando las apariencias. La sociedad al servicio del dinero, de las ganancias, el "dejad hacer, dejad pasar, que el mundo gira por sí solo" (sobre el eje del dinero), los negocios, las ideas e iniciativas, sean cuales fueren, sobre todo si son buenas, siempre al servicio de lo privado, de quien se lo pueda permitir y para beneficio de unos pocos. En cualquier sociedad occidental es la peor opción que puede tener a la hora de ejercer como guía. No invertir si no se tienen ganancias posteriores, a un plazo determinado. Servicios públicos privatizados: ya se ha visto que funcionan sólo si hay ganancias de por medio. Sanidad, educación, incluso seguridad. Si por los potentados fuera, incluso existiría una judicatura, autogobierno, servicios religiosos, ejército, policía, limpieza y demás servicios sociales privados, que sólo disfrutarian ellos, por supuesto. Lógicamente, para encontrar mano de obra y cubrir los puestos que generarían dichos servicios, habría que recurrir al pueblo llano, a los comunes, pero siempre con una selección brutal y basada en resultados y eficacia. Ya que lo que pagan supuestamente lo vale. Lo único en que se diferencian las mencionadas ramificaciones son el grado de tolerancia y moderación, se llamen como se llamen, para con los que no piensan como ellos o persiguen otros objetivos.

Eso sí: cuando hay crisis, se recurre a lo social, al dinero público. Pero mientras se generan ganancias, éstas se reparten entre quienes han invertido. Y ya se ha visto que las crisis las originan en su mayor parte los que propician dichas ganancias, con montajes financieros en negocios con el mínimo control público, sin niguna previsión, y después, cuando todo cae como un castillo de naipes, es el sálvese quien pueda.

Dejando sentado lo anterior, sí echo en falta una idea en particular, que la derecha española ha hecho suya con todo descaro y sin pudor alguno durante cuarenta años, haciendo que quienes compartan a posteriori esa idea pero también están en contra del resto de sus postulados, sea tachado inmediatamente como de derechas radical. La idea de una entidad social o comunitaria con la que identificarse, el patriotismo.

¿Fueron los rusos patriotas durante la Segunda Guerra Mundial, esencia del comunismo? Polémicas fuera, la respuesta no ofrece lugar a dudas, tanto desde dentro como desde fuera, pese a la propaganda y la contrapropaganda.

¿Fueron los españoles patriotas durante el franquismo? La respuesta tampoco debería dejar lugar a dudas.

En ambas cuestiones, de signos políticos adversos, subyace la idea hermosa de un país, una madre patria, una entidad comunitaria en nombre de la cual se soportan los más indecibles sufrimientos, sacrificios y esfuerzos para acometer empresas y proyectos casi sobrehumanos. La pertenencia a algo por haber nacido ahí y haberse criado en su seno, echando raíces en forma de sentimientos emotivos por ello cuando llega el momento de participar e integrarse en la maquinaria impalpable que hace que funcione y mejorarlo para las generaciones futuras. Algo de lo que sentirse orgulloso, por lo que pensar cómo mejorar, cómo esforzarse, aún a costa de sufrir un poco...

Desgraciadamente, la historia ha demostrado que esta idea, las enormes energías destinadas a ella, da frutos muy polémicos. Para empezar, se cae con mucha facilidad en el exclusivismo, en la segregación excluyente, a menudo violenta e impuesta contra la voluntad de las llamadas "minorías". Se usa como justificación de fanatismos varios. Para seguir, dichos frutos son cosechados y pervertidos por los dirigentes de formas más o menos provocativas, además de prestarse a manipulaciones y subterfugios de lo más censurables, independientemente de sus signos políticos. Por otra parte, el daño producido por su mal uso no es inmediato: generaciones venideras que ven esa manipulación tan descarada y tergiversada hacen que se vuelvan escépticas y blindadas a los efectos de dicho eco aglutinador.

Sin embargo, hoy por hoy, es lo único que, en mi opinión, serviría como contrapeso a la corrupción. Que sea algo sincero que emane del mismo individuo, ocupe la posicion que ocupe, para hacer las cosas bien, como deben hacerse, para beneficiar a aquellos a quienes se sirve o con quienes colabora, sin ánimos exclusivistas o partidistas.

Dicho sentimiento se manifiesta hoy en día en forma de nacionalismos regionales, clubes de fútbol o sociedades deportivas, y en el ámbito laboral, la empresa. Incluso se puede incluir aquí la pertencia a clanes, pueblos o familias numerosas...

Pero hay algo que el país o la patria dispone que ninguna entidad anteriormente mencionada posee: la historia. Casi tres mil años de invasiones, guerras, revoluciones, reacciones, mezclas, descubrimientos, hazañas, fuerzas y debilidades, fracasos... todos documentados. La historia de España.

Y es esto lo que quiero defender aquí. Quiero defender que ser español es conocer porqué lo soy, y enorgullecerme de ello. Quiero expresar mi malestar cada vez que alguien pisotea ese sentimiento. Quiero que, si alquien en quien confío plenamente para que me lidere, a mí y a los de mi alrededor, me pide que me tire por un barranco y me justifica dicha orden desde la razón, la dialéctica, el respeto y mi libertad de elección, y se me presente la oportunidad de hacerlo, pues me tiro por el barranco. Quiero que los sacrificios que han sufrido los que han venido antes que yo para estar donde estoy sirvan de ejemplo vivo en mí, sirviendo yo a mi vez de ejemplo para generaciones venideras. Y quiero que dicho ejemplo sea anónimo, humilde y sin pretensión alguna.

Tener la sensación de pertenecer a un grupo de personas honradas y trabajadoras, que nos embarcamos en una empresa y arrimamos el hombro, sin ingenuidades ni demagogias, con fuertes y justas defensas contra el aprovechamiento ilícito de unos pocos desde dentro, las épocas de vacas flacas y las previsibles embestidas de otras comunidades vecinas cuyos intereses machacarían injustamente las nuestras.

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