jueves, 17 de junio de 2010

Iconos cálidos: Mónica Bellucci.

Si Dios creó a la mujer, Dios debería haber sido mujer, porque si no, no me explico de dónde ha salido "esta" mujer.



Heredera de Sofía Loren, Gina Lollobrigida, Ava Gardner y otras pocas figuras femeninas que conforman desde los orígenes del celuloide y el papel couché una impalpable corriente donde la carnalidad, la fuerza, el misterio y la elegancia alcanzan sus cotas más altas sin pelearse entre sí, Mónica Bellucci ha dejado el listón muy alto. Sólo otra italiana podrá en el futuro nombrarse su heredera. Otra italiana con infancia firme y abierta en el campo, correteando entre huertos, olivos, frutales y visitando de vez en cuando la playa; que de jovencita vaya a vivir a la ciudad y sepa cómo se las gastan ahí, sin perder la cabeza, y simplemente, conforme crezca y se desarrolle tanto física, como mental como profesionalmente, se deje ver por algún "ojeador" que capte su talento y la aúpe a las posiciones que se merece.



martes, 15 de junio de 2010

Burkas de la sociedad occidental.

Hace poco ví un anuncio de lencería francesa, en donde se veía a una hermosa y atractiva mujer ataviarse con un atrevido y sugerente conjunto íntimo, después maquillarse ante un espejo, quedando un auténtico monumento digno de disfrutarse, capaz de partir corazones masculinos a su paso con un solo guiño... y cubriéndose todo ello con un burka, o lo que sea, esa prenda de ocultación extrema que cubre absolutamente todo el cuerpo de la mujer, dejando tan sólo una rejilla en los ojos.



El efecto estaba conseguido en la mente de los espectadores: ¿para qué tanta belleza, si luego está oculta bajo una prenda así, tan "burda" y axfisiante? Lo más lógico es que saliera a la calle, se exhibiera y arramblara a su paso con todos los varones, dejando al aire su fuerte aura de seducción y atractivo...

Esa era la moraleja más evidente, la primera que se forma en la cabeza del consumidor. Después ésta se dedica a otras cosas, cada uno a lo suyo... o a recibir más lenguajes simbólicos y visualmente impactantes que sigan pastoreándolos (tal es el objetivo de la publicidad).


Pero... no puedo evitar pensar... ¿no es también la fase previa de la seducción femenina una especie de burka intangible? Maquillajes, champús, cremas corporales, carmines, lacas de uñas, lencería íntima...

Las mujeres occidentales no son precisamente libres para escoger su aspecto físico. Existen cánones que las tiranizan desde dentro para que cumplan con ellos, sí o sí. En caso contrario, serán segregadas, discriminadas, apartadas de los privilegios que gozan las afortunadas que sí cumplan... Existe también una potente industria en torno a las mujeres que se ocupan de que el "burka occidental" no pierda su vigor: cirugía plástica, en todos sus grados: silicona, bótox, extracción de grasas, estiramiento de piel, depilaciones, etc.

¿No es una especie de burka todo el perifollo que rodea a la mujer que quiere considerarse atractiva, o que debe serlo por su trabajo y su forma de vida?


A las niñas musulmanas de las etnias más radicales les espera el burka. Pero las niñas occidentales no gozan de mejor suerte, también se verán abocadas a los efectos devastadores de las modas implacables que aguardan como la boca de un oscuro túnel en su pubertad. Que se ilumine o no, será cuestión de suerte (genética, educación, afecto, forma de ser, apariencia, alimentación, oportunidades de exhibiciones... raras combinaciones de todos estos factores con muy poco margen de tolerancia).

Así que, a riesgo de atraer sobre mí las iras feministas, pregunto: ¿quién está mejor situada? ¿la que sólo tiene que ponerse una prenda para salir a la calle y realizar sus funciones sociales, sin importar su aspecto físico, cumpliendo sólo con la higiene corporal básica, o la que dedica su tiempo a los rituales de belleza obligatorios antes de exhibirse a la vista de todo el mundo?

En el primer supuesto, además, caben todas las mujeres, sea cual sea su físico, estado y edad (incluso hombres que se consideran mujeres); en el segundo, en cambio, se "sufre" para cumplir mínimamente con esa ley no escrita.

Son raras las mujeres que salen tales cuales, sin arreglarse, aunque sea de forma contestataria y rebelde, según sus gustos, para transmitir algo. De una o de otra forma, el "burka occidental" influye y se hace notar... aunque sea para reaccionar subconscientemente contra él.

Digo yo que esa prenda tiene un lado positivo que sus practicantes han asumido, y que no están por desprenderse de él así como así, visto a lo que se encuentran y se enfrentan cuando vienen a Occidente, de la mano de sus dominantes y celosos maridos...

A mí, como hombre, desde luego, estoy en contra de esa prenda. No me fiaría de una persona que va cubierta de la cabeza a los pies, que a saber qué portará debajo, si una bomba, un arma de fuego, un machete... o un "paquete" en "toda regla". Además, qué coño, me gusta ver mujeres arregladas, bonitas y atractivas paseando por la calle.

Por otra parte, ¿quién sabe...? A lo mejor  prevengo desde ya esa influencia estética que avanza desde el sur y desde oriente medio, porque con la inmigración, vienen con sus gustos y preferencias, y algún día podríamos, los nativos, "cogerle el gusto" a esa tendencia que tan extraña parece ahora a nuestros ojos... Esto inquietaría a más de un bolsillo que se llena sin cesar con la potente industria de la belleza femenina.

sábado, 12 de junio de 2010

Turismo nocturno en la gran ciudad.


El joven tomó sin ganas la copa de la mesa y se la llevó a los labios. Apenas un sorbo y la dejó otra vez. Se preguntó qué demonios hacía ahí, en ese show-girls, por el que le cobraron un pastón por un refresco normal y corriente.

Prestó atención al espectáculo que se desarrollaba unos metros más allá. El local estaba de bote en bote. Humos blancos cruzados por focos de luz de muchos colores. El ambiente era muy cargado, un pelín sórdido. Se lo habían recomendado unos amigos, pese a que no era nada asiduo a ese tipo de garitos. Pero claro, estaba en esa enorme ciudad, y esta parada era casi obligatoria, parte de la ruta turística.

En el escenario, tres chicas llevaban a cabo un numerito lésbico sobre un enorme colchón. Encima de éste, a unos dos metros escasos, una robusta reja fija de barras horizontales cruzadas servía de asidero. De esa reja colgaban aquí y allá unas pocas cuerdas que terminaban en aros, a distintas alturas, de tal manera que aquello servía como base de actuación de números eróticos donde se mezclaban el contorsionismo, la fuerza, la resistencia y el equilibrio con los desnudos, parciales o totales, con todo juego de posturas horizontales y verticales, junto con una pizca de sadomasoquismo, el dominio de quienes se colgaban sobre quienes se tumbaban en el colchón, atados o no, dependiendo de la actuación.