sábado, 26 de octubre de 2013

Carmín y cera.


-Hola.
El joven levantó la cara de su refresco y se encontró con una mujer alta, elegante, con buena percha, media melena ondulada y mechas rubias. Abrió los ojos de asombro, al percibir el atractivo que emanaba de toda ella, y parpadeó de incredulidad.
-Hola… –acertó a decir.
-He visto que llevas el (seña de identidad poco conocida para el público en general, pero muy típica en ciertos ambientes), llevas aquí solo un buen rato, y no pareces esperar a nadie… ¿puedo sentarme?
El joven se levantó al instante hacia la silla, ofreciéndosela con caballerosidad.
-Gracias.
-¿Desea usted tomar algo…?
-Por ahora no, gracias. Tengo esto –sacudió el vaso de su mano. –¿Y tú?
-Pediré otro de lo mismo. –Hizo una seña a la barra.
-Me llamo Estrella.
-Yo Arturo. Encantado de conocerla… –dudó un momento, pero tomó la mano que le tendía y depositó un beso en el dorso. Ella parpadeó y sonrió levemente.
-Bueno, Arturo, ¿y qué haces aquí? Este no es un sitio de ambiente…
-¿No… no ha venido usted acompañada? –Arturo miró entre la gente de la barra.
-Oh, sí, pero se han ido ya. Yo me he quedado porque me fijé en ti, y he estado esperando un rato más para asegurarme de que eras lo que pareces ser.
-¿Ah…? ¿y qué parezco que soy?
-Alguien que está solo y busca una compañía muy especial… –El camarero llegó en ese momento, dejó el servicio al joven, tomó el dinero y se fue. – Pero destilas tristeza, soledad, cansancio… no miras a nadie a tu alrededor, como si tuvieras miedo y no te merecieras a nadie.
Arturo bajó la mirada, con una sombra sobre sus ojos. Ella pasó su mano por la barbilla y se la levantó.
-Todo el mundo merece una oportunidad, y tú no vas a ser menos. Así que te vuelvo a preguntar: ¿qué haces aquí portando eso?
Arturo respiró hondo.
-Conozco la señal, pero no conozco ningún sitio… Aparte me dan un poco de miedo, por lo que pueda surgir…
-Un poco cobarde, ¿no crees? Y más con esa actitud tan… derrotada.
-Pues sí, para qué lo voy a negar…
-Sin embargo, has llamado mi atención. Eres joven, guapo y de apariencia discreta… ¿Qué esperas exactamente?
Arturo fijó sus ojos en los de Estrella con un poco de ansiedad.
-Es… es muy largo de contar… y ahora, ahora mismo no creo poder hacerlo, porque… bueno… no sé si podré aguantar el tipo.
-Muy bien. Iré por otro lado: ¿qué te hace pensar que eres quien dices ser? ¿Tienes experiencia en eso? Porque algo me dice que nunca has llevado una relación así.
-Mi… mi última amante, ¿sabes…? Eh, bueno, en realidad mi única amante en muchos años… En nuestros encuentros íntimos, me comporté con ella como me salía del corazón, acariciándola, besándola, respetando sólo sus deseos, olvidando por completo los míos… Estuvimos horas y horas así… Ella era mi reina, mi princesa, mi diosa… Fue maravilloso para mí, casi revelador…
-Entiendo… ¿y crees que eso es suficiente para adoptar ese rol?
-No lo sé. –Arturo clavó sus ojos en los suyos otra vez, de forma directa, transmitiendo sus dudas y su disposición. Estuvieron ambos un buen rato así, observándose mutuamente. –Llevo unos cuantos meses leyendo por internet, pensando, y… no lo sé.
-¿Qué ha sido de esa amante? –preguntó ella, llevándose el vaso a los labios.
-Se fue. Vive en otra ciudad, muy lejos de aquí, con su familia, su trabajo y sus amigas.
-¿Cómo fue vuestra relación?
-Breve e intensa. Cometimos errores, nos hacíamos daño mutuamente… Empezamos por internet, nos hablábamos por teléfono, vino aquí, nos conocimos, ella tenía dudas… En fin, tras unos meses de tira y afloja, terminamos.
-¿Sigues en contacto con ella?
-No. Hace más de medio año que no sé nada de ella.
-¿Por ti o por ella?
-Al principio por mí, pero ahora por ella.
-Entiendo… ¿y ahora qué esperas? ¿encontrar una sustituta, alguien que llene ese vacío que crees que es así?
-No lo sé… eeeh, no. El vacío… el vacío que siento ahora no es sólo por ella…
-¿Entonces…?
-Te lo he d… perdón, se lo he dicho antes: es largo de contar, y no sé si aguantaré sin derrumbarme…
-Tendrás que intentarlo.
Arturo inspiró profundamente y cerró los ojos con fuerza, concentrándose en filtrar las emociones y sacar la información de forma telegráfica.
-Mi vida se ha vuelto monótona, aburrida, sin ilusión, sin sentido. No tengo apenas ánimos, relaciones, me estoy encerrando, rehuyendo todo contacto con la gente, no tengo proyectos, incluso estoy faltando a lo más básico…
-Vaya plan.
-Así que, llevado por el recuerdo… mejor dicho, agarrándome a él casi como un clavo ardiendo, decidí transmitir mi disposición para… eh… para servir a quienquiera tomarme como tal –Arturo señaló levemente su discreto signo público -, y dejar en sus manos mi día a día, confiando en que de esa forma pueda recuperar la disciplina necesaria para llevarlo por mí mismo…
-¿Cualquiera? –señaló Estrella con algo de desdén. Arturo lo captó un poco al aire.
-Eh, bueno, no, por supuesto, cualquiera no… alguien como usted, por ejemplo, una mujer que sepa lo que quiere y cómo lo quiere, y que lo transmite e inspire en mí. Hablaríamos antes, ver si tenemos puntos en común, aficiones, gustos, opiniones… Es un paso muy importante, porque si accedemos ambos, lo que viene a continuación sería intenso, dejaría huella en ambos, y debería salir bien…
-¿Cuánto tiempo tienes previsto que dure?
-No lo sé. Días, semanas, meses… Mi disposición tampoco la tengo muy clara, creo que dependerá de ella… de usted, si decide tomarme a su servicio.

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(episodio siguiente)