viernes, 7 de febrero de 2014

Carmín y cera (2).

(episodio anterior)

El joven llamó tímidamente a la puerta. La mujer abrió.

-Hola, Estrella…

-Hola, Arturo. Adelante, pasa. –Le franqueó el paso y cerró tras él.

Le quitó la chaqueta y la colgó de un perchero en el armario. El joven aguardó, y después la siguió al salón.

Espacioso, iluminado, con muebles de diseño que inspiraban un aire elegante y acogedor. Se sentaron en el tresillo. La mujer señaló la mesilla central, donde aguardaba una bandejita con bombones y gominolas, y una jarra de agua con dos vasos.

-Sírvete si quieres.

Arturo negó con un gesto, permaneciendo con las manos juntas, en actitud recogida y mirada baja. Estrella, en cambio, estaba recostada de medio lado, con la bata entreabierta luciendo buena parte de su portentosa pierna. Ambos aguardaban. Él contrito, ella con media sonrisa y mirada directa.

-He… he visto abajo en el buzón que su nombre no es Estrella, sino…

-Chisst. Estrella –dijo ella, posando el dedo índice en sus labios. –Para ti, Estrella.

-Sí, señora.

-Yo a ti, en cambio, te llamaré de varios nombres, dependiendo de mi humor. Bien. –se repantigó otra vez. –¿Qué te inspiro?

-Pues…

-En hechos.

Arturo tardó un poco en reaccionar. Se escurrió al suelo despacito y se postró en un ovillo ante sus pies. Agachó la cabeza para llegar al pie que posaba en el suelo, y empezó a cubrir de besos el empeine de satén blanco. Estuvo así un rato, hasta que notó que ella balanceaba el pie que tenía en el aire. Se enderezó un poco y lo atendió durante un buen rato. De vez en cuando lanzaba miradas furtivas a la cara de Estrella, que permanecía inmutable.

-Más hechos.

Arturo se desconcertó un poco por su frialdad. Pensó un instante y se giró hacia la mesita. Escanció un vaso de agua, y cogiéndolo del platillo, se lo acercó a Estrella. Ésta sólo sonrió levemente mientras tomaba el vaso. Bebió un poco y lo volvió a dejar, tomando una servilleta del cubo que Arturo le había aproximado, solícito. Tras dejar ambos platos, hizo lo mismo con el elegante servicio de dulces para invitados.

Un gesto de ella con la mano, mientras masticaba despacito y sinuosamente. Arturo, con la receptividad abriéndose por biombos tirados, creyó entender. Se enderezó, poniéndose en pie, y se desnudó por completo, pendiente de ella, por si se equivocaba de intención. Primero la camisa, después los zapatos, los calcetines, los pantalones y el slip. Intentó hacerlo despacio y manteniendo el ritmo, pero algún que otro requiebro y fallo delataban su nerviosismo.

Cuando iba a arrodillarse de nuevo, ella repitió el gesto. Arturo se quedó desconcertado, y miró a su alrededor. Ya lo estaba de antes, por su aparente falta de respuesta durante su desnudo. Detuvo sus ojos en los pantalones y se le encendió otra bombilla, o se le derrumbó otro biombo. Con cierta prisa, los cogió y desenfundó el cinturón. Formó un lazo con él y se lo colocó al cuello, arrodillándose ante ella y dejando el extremo suelto cerca de su mano.

Pero ella no movía un músculo. Sólo miraba, sin alterar sus armoniosos y atractivos rasgos faciales.

Arturo se aproximó otra vez al pie que ella mantenía en el aire, y pasó sus labios por el empeine de la elegante zapatilla.

Otro gesto de ella similar a los anteriores le hizo apartarse un poco y respirar profundamente, mirando en todas direcciones, intentando adivinar qué quería ella, qué podía hacer, qué esperaba… y se fijó en su mano derecha. Inerte, apoyada sobre la almohada, era muy bonita: uñas arregladas, dorso satinado con venas apenas marcadas, sin anillos, dedos estilizados pero sin marcaje de nudillos… La cogió con timidez y despacito, muy despacito, se acarició con ella la cabeza: cuero cabelludo, frente, barba… pero reincidía mucho en las mejillas, pasándose el dorso y la palma constantemente por ambas. Cerraba los ojos y se los tapaba con el dorso, acariciándose los párpados con suavidad.

-Más hechos –dijo ella de repente, rescatando su mano.

Arturo se quedó un poco paralizado, como un niño al que le quitan su juguete recién preferido y lo colocan otra vez en un largo estante para elegir. Miró de reojo a la cara de Estrella, y creyó divisar algo distinto, pero no lo pudo confirmar. Respiró hondo. Hizo ademán de tomar otra vez el vaso, pero se detuvo ante el leve vaivén negador de Estrella. Lo mismo para la bandejita de dulces. Cuando se reclinó hacia su pie suspendido en el aire, ella lo retiró. Arturo no sabía qué hacer…

 

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(episodio siguiente)

4 comentarios:

  1. Oh..
    Acabo de arrivar a este interesante blog.
    Un blog donde a pesar de publicar historias, publicas lo que sientes, opiniones, dificultades.
    Encuentro sinceridad en este blog y me inspira mucho, me hace sentir que todos compartimos algo en común, ya que tu hablas de cosas poco mencionadas.

    Te debo agradecer por tu sinceridad y por tu motivacion a escribir todo esto.

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  2. De ortografía lo veo correcto. Ya meterme en el contenido como me pides es algo muy personal y no lo voy a hacer.

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    1. Le agradezco el comentario, Señora. No obstante, no le he pedido que se meta en el contenido, sino simplemente si lo encuentra creíble y realista, dada mi nula experiencia en estos ambientes.

      Si acaso, lo más allá que me atrevido a pedirle ha sido que me diera alguna línea que seguir en trama de futuro, pero nada más. Sin embargo, sí tiene razón en que quizás sería implicarse en algo muy personal, y respeto su postura.

      Un saludo.

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