sábado, 22 de agosto de 2015

Tercer día con café.

Pues no sé si será el café, la cafetera, mi metabolismo cambiado o quizás el color del azúcar blanco, pero no me siento diferente al rato de tomar la taza.

Hasta anteayer, todos los cafés que me tomaba me provocaban nerviosismo, o sueño, o me desvelaban hasta bien entrada la noche aunque lo tomara a media tarde, o locuacidad, o cualquier alteración que me empujaba mucho más allá de lo que percibía como normal en mí.

Pero ayer, y hoy, no me he sentido distinto… En fin, a lo mejor es que el café sería descafeinado de máquina (me lo han traído en tarro, sin marca ni tipo ni nada), pero aunque así fuera, me ha gustado mucho cumplir ese ritual distinto, ese pequeño detalle que me recuerde que ese día debo hacer algo de lo propuesto para variar un poco el rumbo que llevaba estos últimos años.

Y así ha sido. Montar una estantería, colocar focos que apunten a mis miniaturas adquiridas en los años previos a mi independencia con el propósito de exponerlas cuando tuviera ocasión… y cuando tenía ocasión, me falló otra pata vital, por tanto tuve que posponer con dejadez e indiferencia, creciendo conforme pasaban los meses y años.

Lo más difícil son los papeles. Cientos y cientos de papeles acumulados. Facturas, extractos bancarios, manuales de instrucciones, garantías, impresos de hacienda, de salud, del INEM… Una montaña de papeles que me echan muy para atrás, y que evito como puedo, concentrándome en otras cosas, igual de importantes, pero no tan urgentes, de cara a la próxima visita de Profe y de Brava.

Aunque me digo que me pondré a ello, nunca lo hago… Entre los calores, los trabajos de montaje y el juego de solitario de windows que me da por pasar el rato para descansar entre mueble y luminaria, voy procrastinando y…

En fin, sé que al final me tendré que poner a ello.

 

Papeles y más papeles

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