sábado, 26 de septiembre de 2015

Concéptica.

Dícese de la ciencia que pone nombre a tendencias, ideas, procesos, corrientes, orígenes, destinos, fines, usos, reacciones, tolerancias… e incluso radicalismos y fanatismos varios.

Poner nombre no es baladí. Según se designe una u otra palabra a algo, ésta puede cuajar y prosperar, o si suena mal, fracasar y verse relegado al olvido o al uso especializado entre profesionales del ramo. Entiéndase como “cuajar y prosperar” el sumarse al uso cotidiano de una comunidad más o menos numerosa, y que puede usarse como ladrillo para construir más concéptica futura.

No es ciencia nueva. Y tampoco está ceñida a la Filosofía, o al Diseño, o al Descubrimiento, o a la Normativa reguladora (estandarización), o a cualquier campo con mayúscula en el que la Humanidad expresa y lleva a cabo todas las ideas que surjan en cualquier ámbito, tiempo o lugar (nótese que, a lo largo de este blog, la mayúscula no se la aplico a cualquier palabra).

Cualquiera puede usar la Concéptica en cualquier momento. Simplemente con que se le ocurra un proceso nuevo que acorta o ataja conceptos antiguos que los transforma en obsoletos, ya usa esta ciencia, ya usa la Concéptica.

Concéptica también es asignar símbolos impronunciables pero certeros al primer golpe de vista a situaciones e ideas que precisan de lecturas rápidas para actuar en consecuencia de inmediato, casi por reflejo.

Aunque esta última parte disiento un poco, porque dichos símbolos son difíciles de usar en sumas futuras para crear nueva concéptica… y por tanto tienden a estancarse y permanecer inamovibles en el imaginario y comunicación humana.

Como toda ciencia humana, también es proclive al mal uso, manipulación o tergiversación. Y como toda ciencia humana, dicho mal uso, manipulación o tergiversación produce mucho daño, dolor, destrucción e injusticia en dimensiones realmente escalofriantes.

¿Qué fue si no designar “izquierda” a unos valores sociales y “derecha” a otros? Concéptica. ¿Y qué fue radicalizar dichos valores en uno u otro sentido, oponiéndolos en numerosas ocasiones, “extrema izquierda, extrema derecha”? Concéptica. ¿Y también oponerlos contra sus vertientes “moderadas”? Concéptica.

¿Y asignar la cruz gamada al nazismo en la cultura occidental o la hoz y el martillo al comunismo? Concéptica. ¿Diferentes cruces de diferentes colores y formas a lo largo de la Historia? Concéptica. ¿Medias lunas, estrellas de David, estrellas de cinco puntas y otros símbolos que no tienen sonidos asociados pero se exhiben con propósitos llamativos? Concéptica. ¿Señales de tráfico vial, avisos de peligro y símbolos de publicidad e identidad corporativa empresarial? Concéptica. ¿Escudos, linajes, banderas, herencias culturales, pertenencia a diferentes etnias, tribus, valores, incluso modales y costumbres que determinan diferencias más o menos relevantes entre grupos vecinos? Concéptica.

¿Qué fue designar como “Teoría” a la Evolución o a la Relatividad? Concéptica. ¿Y la reacción a la primera, el creacionismo? Más concéptica.

¿”Políticamente correcto o incorrecto”? Concéptica. ¿Insultar, degradar, vejar, comparar, crear metáforas? Concéptica. ¿Convertir siglas en palabras y usarlas como sustantivos, incluso moldearlas como verbos? Concéptica. ¿Una conversación entre científicos eminentes, entre informáticos en perfecta sintonía, entre artistas formados y veteranos, entre médicos sobre cuestiones urgentes de salud…? Concéptica.

¿Esta misma entrada, en donde reflexiono y propongo como “Concéptica” a la concéptica? Más concéptica… siempre y cuando el concepto cuaje y se use entre la gente de forma espontánea, sin llevarme ningún mérito por ello.

Ya que otra de las reglas no escritas de la Concéptica es el anonimato de sus orígenes, citando éstos como anécdotas sin apenas importancia, si se llega el caso.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Warren Ellis.

Contexto: En un futuro de ciencia-ficción, el viaje interplanetario es un hecho (dentro de los límites del Sistema Solar). Explorando en las lunas de Júpiter, territorio virgen, descubren en una de ellas, Europa, innumerables sarcófagos submarinos en estructura de colmena en el seno de su único océano, conteniendo en hibernación milenaria seres parecidos a los humanos. Acceden a sus bases de datos e intentan descifrar su lengua.

“-…Es demasiado fácil.

-Llevas con esto desde anoche. Si fuera fácil ya no tendría que oír cómo te quejas. ¿Qué problema hay?

-Las lenguas humanas derivan de doce sonidos raíz. Esos sonidos dependen de la estructura de la laringe y de las condiciones atmosféricas.

-¿Y?

-La grabación de voz que encontró Anna tenía esos sonidos raíz. Y el ordenador los relaciona con elementos de los caracteres lingüísticos del texto.

-Y por tanto te quejas de que es demasiado fácil. ¿Qué quieres?

-Accedemos a las palabras de una raza imposiblemente antigua, esencialmente alienígena. Debería ser más difícil.

-Venga, John. Misma laringe. Misma estructura pulmonar. Diez dedos, cosa que lleva naturalmente a unas matemáticas de base diez. Somos parecidos… Vale, es raro… pero aquí todo es muy raro. ¿Qué te preocupa?

-¿Quieres saber qué me preocupa? Se puede averiguar mucho de una cultura a través de su lengua.

-Sí.

-Bueno, si fuéramos alienígenas ante un texto inuit, veríamos que tienen cincuenta palabras distintas para decir nieve. ¿Qué deducimos de eso?

-Que en su tierra nieva una barbaridad. Ya lo entiendo.

-Pues entiende esto: de momento, tengo ciento sesenta y tres palabras distintas para decir asesinato.”

“Ocean”. Warren Ellis, guión. Chris Sprouse, dibujo.


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Contexto: Un universo con su abundante e indefinido plantel de superhéroes, tanto villanos como benignos, algunos ocultos y solitarios, otros en grupos privados, otros en grupos paraestatales, etc. Uno de esos grupos está de asueto en un bar, el “Clark’s Bar”. Un componente del grupo, Toshiro, es un gigante gaseoso contenido dentro de una enorme armadura; otro, Nigel, es un ente también gaseoso delimitado por un campo de fuerza que le da apariencia humana (cabeza, cara, ojos, brazos, piernas, etc.), pero todo él de color verde fosforito; dos mujeres con diferentes dones y habilidades, y otro hombre que puede pasar por normal sin ningún tipo de rasgo llamativo.

“-…Debe de ser muy duro para ti, Toshiro, hijo.

-¿Qué quieres decir, Nigel?

-Bueno, tú eres un post-humano gaseoso como yo. Pero yo tengo este campo de fuerza sujetándome. Y esa red electrónica interna que me hace de sistema nervioso. Pero tú eres una bolsa de gas y extraños efectos gravitacionales encerrados en una caja de metal para que no exploten… Si no te importa que lo diga, tiene que ser difícil divertirse así.

-En absoluto. Tengo un secreto. (Pausa) Tengo un orgasmo cada cinco minutos. (Pausa) Por favor, no se lo digáis a mi padre.

(Todos miran asombrados a Toshiro. Una de las mujeres le apunta con el dedo).

-Vamos, hombre. No puedes soltar eso en una conversación sin explicarte…

-Mi forma gaseosa es extremadamente sensible a las vibraciones, incluso dentro del traje de contención. La simple vibración de las personas caminando envía resonancias a mi cuerpo que hacen que masas de plasma caliente colisionen. Cada pocos minutos hay una reacción en cadena y… (Pausa)…  Allí voy otra vez. Perdonad.

-Quiero ser una entidad humana gaseosa.

-Se me acaba de ocurrir algo: si uno de los malos brinca arriba y abajo sin parar, Toshiro se quedaría completamente bloqueado en cuestión de minutos…”

“StormWatch: Cambiar o morir”. Warren Ellis, guión. Oscar Jiménez, Michael Rayan y Bryan Hitch, dibujo.

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Contexto: En un presente más o menos tormentoso, la ciudad de Los Ángeles es convertida en una prisión donde van a parar agentes de diferentes organizaciones secretas deshechos por experimentos que han salido mal. La ciudad en sí es habitable, con sus más y sus menos. Dichos agentes se relacionan entre sí en su devenir diario, portando cada uno sus rarezas como buenamente puede. Uno de ellos encarga a otro, el protagonista, una misión de detective. Como éste apenas soporta la luz del sol, entre otros inconvenientes, precisa de transporte con chófer.

“-… ¿Necesitas que te lleve antes de volver a mi estudio?

-Tengo que ver a Emily Crowe.

-Cielos, Jones.

-Tú no tienes porqué entrar. Volveré en taxi.

-Ya lo creo. Esa chica me pone los pelos de punta. Sube.

-Es lo que se supone que debe hacer. ¿No conoces su historia? Es ex agencia, como tú y Jeronimus. Y como Jeronimus, sufrió alteraciones quirúrgicas. Debería haber sido la seductora definitiva. Sobreproducción de feromonas sexuales. No funcionó. Lo que produce es algo que activa la reacción arácnida. Es miedo, y repulsión, y la confusión de estar cerca de algo extraño. En resumen, te pone los pelos de punta.

-A ti también debería pasarte, ¿no?

-No. Soy el único tipo de L. A. que puede estar en la misma habitación que ella.

-¿Por qué?

-Porque ya nada me pone los pelos de punta.

-Uno de estos días tendrás que explicarme qué era ese ‘Test desolation’”

Y es una de las escenas más potables de esta densa obra.

“Desolation Jones”. Warren Ellis, guión. J. H. Williams III. dibujo.


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Y así podría seguir, y seguir, y seguir por su prolífica obra. Diálogos que son casi una fuerza de la naturaleza, como muestran los tres ejemplos previos. Argumentos en su mayoría absurdos, pero tratados con mucha maestría para sacarles el jugo. Sin límites en mezclas de conceptos, muchos de ellos forzados y estrujados para formar nuevos conceptos en los que situar sus historias. Reflexiones demoledoras y certeras, capaces algunas de ellas de dejarme como un flan…

Es el único autor que me provocaba adicción cuando estaba cierto tiempo sin leer nada nuevo suyo. Su estilo, las perspectivas acerca de qué podía salir que me impactara, sus metáforas…

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Paradójicamente, su obra más famosa (relativamente), “Transmetropolitan”, no me llamó mucho la atención. Adquirí el número 1, sí, pero… nah, en aquellos días tenía otras colecciones más interesantes en la tienda…

Puede que en el futuro, si me da por ahí, destaque otra obra de éstas y os la presente para que os pique la curiosidad como a mí en su día.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Capitán Britania.

Imagino que esta entrada interesará a muy pocos, ya que hace clara alusión a un símbolo, Gran Bretaña, que despierta no pocas antipatías entre el respetable histórico español.

Además de ser reflejo “menor” surgido en la década de los 80 bajo el ala de otro símbolo de descarada manipulación patriotera de mucha más solera y raigambre, el capitán América.

Además de ser un personaje segundón y poco conocido en el abundante filón de personajes del universo Marvel.

Además del claro sentido militarista por el grado de oficialidad expresado, con lo que conlleva de pretendida autoridad, liderazgo, ejemplo, obediencia, etc.

Además del calado mínimo que la edición de sus aventuras ha tenido en España.

Además de la respuesta refleja que supone para los no aficionados al cómic, para el público en general: “Si existe el capitán América y el capitán Britania, ¿porqué no existe el capitán Hispania, o capitán España, o como se llame?”, antes de reprimir dicho reflejo por otro reflejo resultado de la vergüenza de pertenecer a un país gobernado por corruptos e incompetentes, con su identidad nacional en fuerte crisis desde hace más de cuarenta años.

Bueno, que existen multitud de personajes por ahí de los que hablar antes que éste.

Pero me he decidido por él, porque dada la reciente “reestructuración” de la deud… perdón, de mi casa (lo siento lo siento, tanto leer sobre la enorme deuda que tenemos los españoles, griegos, italianos e irlandeses para con Europa ha dejado esa relación casi indisoluble en mi psique), decía de mi casa, mis cajas de mudanzas en el trastero y desperdigadas por el salón durante casi cuatro años, he podido cumplir un viejo deseo friki: encontrar los cuatro tomos “prestigio” (un formato de cómic de antaño de alta calidad) comprados a principios de los 90, un tomo publicado casi quince años después pero cronológicamente situado antes de dichos tomos “prestigio”, y situarlos todos antes de una colección que empezó más o menos al mismo tiempo que los susodichos tomos “prestigio”, que seguí durante aproximadamente cinco años y que dejé colgada al ver la mediocridad que iban tomando sus historias. Y ponerlos todos en una de mis estanterías en su orden cronológico y de-fi-ni-ti-vo (odio el abuso al que se ha sometido en publicidad masiva a esta pobre palabra).

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Capitán Britania es un personaje al uso: musculoso, algo torpe, abundante cultura y conocimientos científicos, identidad secreta, traje de acción vistoso y muy ajustado, con un buen corazón y mejores intenciones, su historia detrás, su origen, sus motivaciones, sus enemigos, sus amigos y aliados… pero en su mejor época (ilustrada absolutamente toda por el dibujante Alan Davis) sometido a un desvarío tremendo de aventuras, a cual más descacharrante y terrorífica (muérete de envidia, Batman).

Se puede argumentar que la importancia que tiene este personaje viene dada por Alan Davis. Sí, así es. Un dibujante excepcional, de trazo cuidado y muy agradable de ver, que no reniega del erotismo que plasma en su obra, pero que hace como que no existe de cara a la galería, pues va destinada a un público juvenil. Además de permanecer fiel a sus principios, el más llamativo de los cuales es su preferencia por este personaje, al que saca siempre que puede.

Capitán Britania dio paso a Excalibur, una colección de más éxito, y por tanto más respaldo, más presión y manipulación editorial que paradójicamente dio al traste con la colaboración de Alan Davis y por ende con la colección.

Ahora, casi 15 años después, ni sé cómo está esa colección, ni sus personajes, ni quién colabora o deja de colaborar, ni me interesa.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Y más café.

Esta vez, mezclado. Un tercio de cazoleta de café tueste natural y el resto descafeinado.

Poco menos que me subo por las paredes al cabo de tres cuartos de hora.

Al principio bien. Una sensación de bienestar, ánimo y ganas de hacer cosas, de cumplir con los proyectos del día, a saber: limpiar, fregar, quitar el polvo, repasar detalles… De hecho, el intenso ejercicio físico que he desarrollado para cumplir con todo eso ha venido a cubrir esa vitalidad extra que me ha despertado el café. Y sí, he subido por paredes… para limpiar a fondo lo que estaba en lo alto.

¿Por qué? Pues porque una ventaja enorme de este nuevo estado de cosas es la de poder recibir visitas y tratarlas como se merecen. No avergonzarme de cómo tengo la casa ni ocultar cosas. Mostrarles todos y cada uno de los recintos y rincones. Detenerme en los detalles que me pregunten, contestando con franqueza e ilusión.

Ventaja que pienso disfrutar en toda su plenitud, y más, si puedo.

Primero mis padres y mi hermano mayor. Hoy han sido mi hermana, su marido y su hija.

Y tengo intención de ir invitando al resto.

No obstante, en cierto momento, me he imaginado cómo sería la visita de… una mujer.

Y al tener esta base bien cubierta, este soporte que durante tantos años me ha faltado, me he sentido bien, con energía, humildad y predisposición.

Pero no sé si era por el café o porque realmente me salía de dentro.

En el fondo no importa. Ya tengo mi casa en condiciones, así que sólo faltaba un empujoncito para echar a rodar la fantasía… y, bueno… ha sido un alud, me costaba elegir sólo una.

Todas partían de que ella entraría con los brazos cruzados en el pecho, hombros encogidos y cara un poco agachada, pero mirada atenta, fijándose en cuanto detalle cayera a su alcance…

Si al cabo de un buen rato de conversación, un poquito de humor, alguna que otra bromita, y la visita de rigor a todos los rincones, consiguiera una leve sonrisa de aprobación, un brillo determinante en sus ojos, mirada fija y abierta… y yo caería a sus pies, poco menos que derretido… “Mi señora”, acertaría a musitar.

Etcétera.

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