AVISO: Entrada larga y muy profunda, sincera y erudita.
Hacía ya tiempo que me rondaba la cabeza esto: Dedicar una entrada a esta grandiosa película de guerra que cuando la vi por primera vez, me impactó mucho. Hasta ahora, la sección "Iconos cálidos" de éste mi humilde blog se centraba en personas, pero hoy rompo la norma y la dedico a una obra.
Así siento un pequeño precedente, abriéndome a cosas aparentemente inanimadas.
Era Nochevieja. No recuerdo de qué año, igual hace quince o veinte. No tenía ganas de dormir, y me quedé solo viendo la televisión. La puse cuando estaba a poco de empezar, y hubiera seguido zapeando, de no ser porque hubo algo en ella que me llamó la atención, y me quedé a verla sólo por curiosidad. No tenía previsto verla hasta el final, sólo un rato e irme a la cama. No sabía lo que estaba viendo. Pero me sentí atrapado, y aguanté hasta el final, hasta las tres o las cuatro de la madrugada. Entonces salieron los títulos de crédito, y ví el título, nombres de actotes y todo lo demás. Y se grabó a fuego en mi cabeza. Y me dije que, en cuanto tuviera ocasión, me haría con una copia. Una videocassette primero, un DVD años después y la edición de lujo remasterizada y ampliada hace poco. Y en el futuro, seguramente la versión en Blu-Ray, o como se diga. Porque lo vale, porque se lo merece, porque es hipnótica, arrolladora, épica, lírica, simbólica, agobiante, liberalizadora, onírica y visceral.
De las muchas que se han dedicado a la guerra de Vietnam, ésta es la más significativa. Comparte título en "trilogía" (expresión mal empleada aquí pero ampliamente aceptada) con "La chaqueta metálica", de Stanley Kubrick, y "Platoon", de Oliver Stone. Aunque yo personalmente incluiría "La colina de la hamburguesa" y "Corazones de hierro", así que recuerde ahora.
Películas brutales, sangrientas, de verde frondoso, húmedo y selvático (excepto "La chaqueta metálica", donde la agorafobia de una ciudad en ruinas suple la caustrofobia de la selva), caóticas, que me dejan el ánimo atado y bien atado para no aguantar frivolidades ni tonterías mentales propias... como un lastre mental que me cuelgo de vez en cuando para que no me lleve el aire...
Está basada en una obra de un escritor británico de finales del s. XIX-principios del XX, Joseph Conrad, "Corazón de tinieblas" (su obra más emblemática es "Lord Jim"), donde la acción se desarrolla en el Congo colonial, y como en la película, el protagonista emprende un largo y denso viaje por el río Congo, donde a medida que avanza, se siente atraído por el que está en su destino, lo que le rodea le arrastra, le va conociendo...
Destaco primero la estructura de la historia. En el resto de obras, literarias o no, se presentan a los protagonistas desde el principio, o según va transcurriendo la obra. En éstas no. Uno de los personajes centrales acapara toda la atención, pero no aparece más que al final, y tan sólo unos pocos momentos en comparación con toda la duración de la obra, concentrándose así toda la tensión desarrollada anteriormente en si es tal y como nos lo habíamos imaginado. No he visto ninguna otra obra con esta estructura. Es muy rígida, lineal y sin apenas sorpresas. Pero bien desarrollada pueden salir óperas magistrales, como las aquí mencionadas (libro y película).
Segundo, el simbolismo que incluye: Sin títulos de crédito, sin presentación de directores ni productoras ni título de película, nada de eso. Empieza directamente:
Un obsesivo y pesado aleteo de hélices, unas suaves notas de una canción muy triste y melancólica corean los recuerdos, pesadillas, drogas, autolesiones... que presentan la torturada personalidad del capitán Willard (Martin Sheen)...
... un caldo de cultivo en su punto previo de deshecho y hundido para recrecer fríamente ante lo que vendrá después.
"Que nadie se acerque a él a ofrecerle ánimos, a abrazarle, a apoyarle. Debe salir él solo. Lo más probable es que matara en ese momento a quien le pillara así de vulnerable, con la pistola al alcance de la mano. No puede permitirse mostrarse así ante el mundo" (añadiría yo con voz en off a estas imágenes). A veces, en mis momentos más oscuros, solitarios, desesperados y sin apoyo externo, pienso en estas imágenes y la tremenda fuerza emocional acumulada que lucha por explotar rompe por esta grieta, esta imagen, desnudo, solo y gritando a sollozos, hasta que la química corporal empieza a ejercer su efecto...
Ya centrado y presentable, le emplazan en la misión que va a cumplir: matar a un oficial renegado de alto rango, el coronel Kurtz (Marlon Brando) que se ha vuelto loco y que dispone de un ejército irregular en Camboya, el país vecino al conflicto, y cuya influencia es preciso eliminar del siniestro tablero de la región.
Empieza la misión, con sus dimes y diretes, fletan un barco que bordea la costa con una tripulación compuesta de hombres-iconos, cada uno representando una parte de las mentalidades predominantes en los combatientes estadounidenses de esa guerra.
El "jefe" (Albert Hall), el mando del barco, mantiene las formas, las normas, la cordura basada en la cadena de mando y la disciplina, con un puntito de resignación y humanidad. El "chef" (Frederic Forrest), mecánico, cocinero y piloto asistente, intenta adaptarse al entorno sin perder la perspectiva con no poco esfuerzo. Lance (Sam Bottoms), artillero antiaéreo, simplemente se deja llevar sin cuestionarse apenas nada ni oponer resistencia en su psique a lo que presencia con ayuda de las drogas. Y "limpio", (Laurence Fishburne... sí, el mismo "Morfeo" de "Matrix", maduro, corpulento, creyente, fuerte y seguro de sí mismo), artillero de tierra, aquí es un jovencito flacucho que recibe golpe tras golpe tras golpe a su ingenua y nerviosa visión de las cosas.
A medida que se acercan al delta del río que tienen que arribar, el capitán va desgranando el informe de su futura víctima, y se siente intrigado por su carrera militar y su personalidad, sus acciones y decisiones, sus logros y sus medallas.
Se encuentran con la unidad de helicópteros dirigida por el teniente coronel Killgore (Robert Duvall), excéntrico, espontáneo y vigoroso, sin remordimientos ni éticas preconcebidas que dificulten su labor; toma y acepta de antemano aquello que se le presenta y que puede manejar sin menoscabo de su autoridad. Su escala de valores es pervertida y práctica, como muestra el arrasar primero una aldea enemiga, después amonestar duramente a uno de los suyos por negarle agua a un nativo agonizante, y por último cesar de inmediato esa atención piadosa para centrarse en un "hobby" frívolo, el surf, y llevar a cabo acciones devastadoras en torno a ese absurdo pasatiempo, rozando la temeridad más absoluta para consigo mismo y los suyos. Sin embargo, es curioso pensar en esa afición como quizá la única base sólida en la que se asienta la cordura y la iniciativa del oficial, teniendo permanentemente a su lado a otros surfistas experimentados, quienes se aprovechan de esta circunstancia para sobrevivir "enchufándose" a él.
Personalmente no puedo evitar el contraste entre este personaje tan llamativo y el coronel Kurtz: con responsabilidades, mando, valor e influencias similares, uno es lo que no es el otro. Killgore se muestra abiertamente; Kurtz se retira y se esconde. Killgore no exige ni percibe la adoración extrema de sus subordinados, Kurtz sí, y además la vanidad de saberse venerado se le sube a la cabeza. Killgore guarda las formas, se compenetra con sus hombres, se preocupa por ellos hasta cierto punto; Kurtz se desentiende de los suyos, ejerciendo su dominio a su entero y deforme capricho. Killgore tiene cierta paciencia con las limitaciones ajenas; Kurtz elimina brutalmente cualquier molestia que se interponga en su caótico camino. Killgore no traspasa ciertos límites... difusos, sí, pero límites al fin y al cabo; Kurtz salta sobre ellos y sigue mucho más allá. Killgore es superficial y frívolo, Kurtz es profundo y directo. Killgore cree en su misión y en su papel con cierta ironía, Kurtz renuncia abiertamente al suyo antes de caer al abismo. Killgore hace mutis por el foro cumpliendo con lo suyo y cosechando éxitos, Kurtz se deja matar y acepta el sacrificio a manos de Willard. Killgore toca la guitarra, Kurtz compone poesías... Tengo mucha curiosidad por saber qué hubiera pasado si Killgore y Kurtz se hubieran encontrado frente a frente.
Superado el conflictivo delta dominado por el Viet-cong, siguen su viaje, apañándoselas solos con lo que les rodea, presentando anécdotas muy simbólicas y teatrales: el encuentro con un tigre, lo que les lleva a no abandonar jamás la seguridad del barco (como si un reducto flotante les protegiera de lo desconocido... más bien de sí mismos, diría yo). Llegar a un puesto de aprovisionamiento donde se revela otra condición inherente a esa guerra: participantes no combatientes, muchos, demasiados. Burócratas corruptos que se las arreglan en retaguardia para sacar tajada de todo a costa de lo que sea (conseguir droga, ningún problema, pero gasoil o munición sin datos oficiales o sellados es otra cosa). Un evento extraordinario para entretenimiento de la tropa: bailarinas sexys que provocan descaradamente a los soldados, quienes no se contienen e invaden el escenario, haciendo que todo se venga abajo (lo más llamativo es el autocontrol y desprecio de Willard, quien aunque al principio ocupa su "privilegiado asiento", nada más ver de lo que se trata se retira discretamente al borde del aforo, como sabiendo lo que va a pasar). Abordar un "shampán", una embarcación ligera típica de los nativos, de aspecto sospechoso y, por un simple malentendido, desatar la barbarie y exterminar a toda la familia de a bordo (nadie se cuestiona qué demonios hacía un crío nervioso al mando de una máquina de matar, la clásica expresión de un niño jugando con cerillas en un polvorín). Internarse en plena batalla nocturna donde un puente iluminado por una imposible red de bombillas es objeto de disputa entre unos y otros. Presenciar un ataque casual de un soldado granadero (el "cucaracha"), convertido en un robot viviente drogado y sin nervio alguno desde una trinchera contra un objetivo supuestamente fuera de alcance (lo que más me hace pensar de esta escena es que creen que el enemigo está ahí porque divisan sombras, y de ahí es de donde vienen voces amenazantes pregrabadas, que se repiten una y otra vez, para minar la moral e impedir descansar a la tropa... pero en cuanto les cae la granada encima, se hace el silencio. Dada la ausencia de disparos a la exposición insconsciente de Lance, que se sienta sobre el borde de la trinchera para contemplar mejor las luces en su delirio, se puede suponer que ahí no había nadie, que estaban todos ametrallados, y que lo único que quedaba funcionando era el altavoz). Pasar de largo ante soldados que piden ayuda y huyen a la desbandada. Todo ello entre consumo de drogas, enfrentamientos y reacciones, razonamientos fríos y viscerales, confusiones, matanzas a discreción o en grupos difusos...
De todos estos episodios, el más fundamental desde mi punto de vista es el abordaje del shampán y posterior asesinato a sangre fría de la madre moribunda. No sólo por lo brutal, pragmática y realista que es (algo habitual en toda guerra), sino porque se empieza a vislumbrar entre los del barco, y ante nosotros los espectadores, la determinación impalpable, un adelanto, una intuición muy seria de la verdadera naturaleza del capitán Willard, influenciado por el expediente de Kurtz, de lo que vendrá, de lo que se van a encontrar.
Superado el conflictivo delta dominado por el Viet-cong, siguen su viaje, apañándoselas solos con lo que les rodea, presentando anécdotas muy simbólicas y teatrales: el encuentro con un tigre, lo que les lleva a no abandonar jamás la seguridad del barco (como si un reducto flotante les protegiera de lo desconocido... más bien de sí mismos, diría yo). Llegar a un puesto de aprovisionamiento donde se revela otra condición inherente a esa guerra: participantes no combatientes, muchos, demasiados. Burócratas corruptos que se las arreglan en retaguardia para sacar tajada de todo a costa de lo que sea (conseguir droga, ningún problema, pero gasoil o munición sin datos oficiales o sellados es otra cosa). Un evento extraordinario para entretenimiento de la tropa: bailarinas sexys que provocan descaradamente a los soldados, quienes no se contienen e invaden el escenario, haciendo que todo se venga abajo (lo más llamativo es el autocontrol y desprecio de Willard, quien aunque al principio ocupa su "privilegiado asiento", nada más ver de lo que se trata se retira discretamente al borde del aforo, como sabiendo lo que va a pasar). Abordar un "shampán", una embarcación ligera típica de los nativos, de aspecto sospechoso y, por un simple malentendido, desatar la barbarie y exterminar a toda la familia de a bordo (nadie se cuestiona qué demonios hacía un crío nervioso al mando de una máquina de matar, la clásica expresión de un niño jugando con cerillas en un polvorín). Internarse en plena batalla nocturna donde un puente iluminado por una imposible red de bombillas es objeto de disputa entre unos y otros. Presenciar un ataque casual de un soldado granadero (el "cucaracha"), convertido en un robot viviente drogado y sin nervio alguno desde una trinchera contra un objetivo supuestamente fuera de alcance (lo que más me hace pensar de esta escena es que creen que el enemigo está ahí porque divisan sombras, y de ahí es de donde vienen voces amenazantes pregrabadas, que se repiten una y otra vez, para minar la moral e impedir descansar a la tropa... pero en cuanto les cae la granada encima, se hace el silencio. Dada la ausencia de disparos a la exposición insconsciente de Lance, que se sienta sobre el borde de la trinchera para contemplar mejor las luces en su delirio, se puede suponer que ahí no había nadie, que estaban todos ametrallados, y que lo único que quedaba funcionando era el altavoz). Pasar de largo ante soldados que piden ayuda y huyen a la desbandada. Todo ello entre consumo de drogas, enfrentamientos y reacciones, razonamientos fríos y viscerales, confusiones, matanzas a discreción o en grupos difusos...
De todos estos episodios, el más fundamental desde mi punto de vista es el abordaje del shampán y posterior asesinato a sangre fría de la madre moribunda. No sólo por lo brutal, pragmática y realista que es (algo habitual en toda guerra), sino porque se empieza a vislumbrar entre los del barco, y ante nosotros los espectadores, la determinación impalpable, un adelanto, una intuición muy seria de la verdadera naturaleza del capitán Willard, influenciado por el expediente de Kurtz, de lo que vendrá, de lo que se van a encontrar.
A partir de ahí, la historia toma un tono muy surrealista. Nieblas, tanto naturales como artificiales; ataques con armas modernas y antiguas, y muerte a bordo: "Limpio" cae de forma fulminante mientras de fondo se oye una grabación de una cinta proveniente de su madre, ya que no sabe leer; y el "jefe", ensartado por una lanza (la reacción de éste último con respecto a Willard inmediatamente antes de morir la dejo a la interpretación de cada cual... la mía es demasiado personal y cambiante); devastación, cadáveres y montones de cráneos en las orillas; hogueras, fogatas y cruces a contraluz, todo ello dispuesto como un espectáculo gradualmente dantesco a medida que se acercan...
En la llegada tampoco se quedan cortos en cuanto a teatralidad y simbolismo. Kurtz, avisado previamente por quienes han atacado con lanzas y flechas, ha ordenado que se les deje pasar, pero sus seguidores le preparan un recibimiento casi como a un rey.
La patrulla se adentra en ese sitio, y se encuentran con otro personaje curioso: un periodista fotógrafo occidental (Dennis Hopper, recientemente fallecido), cuya presencia es tolerada por todos, y que hace de "puente" entre el sitio y los recién llegados, poniéndolos en antecedentes de una manera extravagante, como un bufón diplomático que debe lubricar el contacto entre dos gigantes inamovibles que se mirarán frente a frente. También reconoce al capitán de otro grupo que fue enviado meses antes que él con la misma misión, pero que se ha unido a Kurtz sin reservas.
En el primer contacto, se confirma la poderosa personalidad de Kurtz, vislumbrada a lo largo de la película, su sinceridad descarnada y cotidiana, que causa actos mesiánicos y extremadamente violentos en la gente a su alrededor (exhibición de cadáveres sueltos por aquí y por allá, colgados, desmembrados, cabezas cortadas...), actos que en el mundo civilizado no son asumibles en absoluto. Pero, pese a la inferioridad física de Willard, atado y arrodillado, se pone de manifiesto que su fortaleza mental es mayor que la de Kurtz, debido al infierno particular que ha pasado (ver introducción de la película), y cuya reconstrucción íntima le permite ahora afrontar todo cuanto ve y oye de una manera lejana, sin dejarse inflenciar demasiado por ello.
Kurtz capta eso, y lo somete a tortura para doblegarlo: hambre y sed en una jaula estrecha y alta; barro, humedad, fiebre y cuerdas tensas en su cuello, listas para ahorcarle si se relaja. Pero cuando Kurtz ve que no sirve de nada, que Willard resiste centrado y desafiante, le echa en su regazo la cabeza cortada de "chef". Gasta así su último y más efectivo cartucho para destruir la cordura de Willard, y poco después lo libera. Si nada de eso lo convence, entonces es libre de decidir por sí mismo.
En su barco, entre dudas, todavía conmocionado por la experiencia, basta oír un simple intento de contacto radiofónico de la central de mando para decidirse, como si hubieran cortocircuitado su inminente locura.
Y ya, por fin, viene la parte más pesada y repelente de la película: el sacrificio de un caribú completamente drogado, mostrado en toda su crudeza, carnes abiertas a machetazos, al mismo tiempo que Willard pone fin a la vida y locura de Kurtz con un arma parecida, pero que evidentemente dicha acción se desarrolla en las sombras. Pese a la crudeza de la película, aún hay límites.
La simbología es recurrente en casi toda la obra. Además de lo expuesto hasta aquí, añado, por ejemplo:
A lo largo de la película, se insertan escenas de estos monumentos, tomados a diferentes horas del día...
... que se suponen ídolos y dioses a los que adoran los nativos, pero un servidor da una vuelta de tuerca y piensa: "También pueden ser los oficiales del alto mando estadounidense que, hieráticos, lejanos e impasibles, contemplan la destrucción y la locura que siembran las decisiones que toman". Y dicho razonamiento se ve refrendado por el último acto: los nativos sacrifican a un buey en una celebración religiosa, honrando a sus dioses; Willard sacrifica a Kurtz en nombre y por orden de sus superiores.
En cierto momento del viaje, Lance el surfista se está tiñendo la cara con colores de camuflaje, y el "jefe" le pregunta porqué. "Para que no nos vean. Salen como moscas". Y en la siguiente escena, se ve a Willard mirando la última foto supuestamente oficial de Kurtz del informe, una sombra que sí que es irreconocible:
Un contraste que da que pensar. El primero desea absurdamente camuflarse con el entorno, el segundo ya es parte de su entorno. No sólo eso, sino que posteriormente el propio coronel también se aplica el mismo rito tribal del ejército en un momento muy significativo, dando una apariencia completamente distinta a la que pretende adoptar Lance, una apariencia temible, casi como mostrando su verdadera cara, fundida con la selva:
Y así podría continuar con otros detalles, símbolos y contrastes significativos, pero prefiero dejar que cada cual saque las suyas, cuando vea esta película. Y aseguro que, sean cuales sean, cambiarán la próxima vez que la vea, tiempo después. Esta es una obra maestra, de ésas raras que cuando se presencian, se obtiene una visión distinta, pese a ser reconocida una y otra vez. Como "Blade Runner", y "Excalibur", por ejemplo, otras obras maestras de la misma casilla...
Los detalles biográficos, las anécdotas, las fichas técnicas, todo eso también daría mucho que hablar, pero es muy conocido y archidebatido.
Tan sólo mencionar que la filmación de esta película fue un verdadero desastre financiero, y que dicha gestión fue duramente criticada por la industria cinematográfica de aquellos tiempos. Venía a decir al resto del gremio que, si querían hacer grandes películas, había que invertir y disponer de muchísimos medios económicos, y que no bastaba con un montaje de cartón piedra, un par de coches de época y unas cuantas balas de fogueo. A mí personalmente me llamó la atención una historieta en un cómic de Walt Disney, en donde el superavaricioso y repelente tío Gilito sufría lo indecible en un proyecto de una película, en la que el protagonista principal, un piloto de las fuerzas aéreas, sufría de amnesia, y que para curarlo, había que "recrear" el mismo ambiente en el que había perdido la memoria... es decir, estrellar unos cuantos aviones en un portaaviones, todos reales y pagados por el millonario sufridor. A mí , que la leí de niño, se me escapó por completo el sentido de esta historieta, de hecho no le veía la más mínima gracia. Pero muchos años más tarde, cuando supe de las circunstancias en las que se había filmado "Apocalypse Now", caí en ello, y ahora no puedo sino burlarme abiertamente de la ultraconservadora Walt Disney y de lo que aquello significó para su modo de hacer cine, intentando conservar su "cuota de mercado".
Podrían filmar una segunda parte detallando qué habría sido del capitán Willard, tras salir de esa pagoda siniestra y volver al barco: ¿llegaría a la central de mando en Saigón, entregaría el informe y... luego, qué...? Veinte, treinta, cuarenta años después. Con el mismo actor, ya envejecido y canoso, perdido en una aldea cualquiera del medio oeste de EEUU, un eremita misántropo que vive solo en medio de la nada. Incluso tomando la misma estructura narrativa: un periodista novato con gusanillo, que le descubre casualmente y le investiga poco a poco, que se acerca a él para entrevistarle, que conforme se aproxima va viendo lo que él ha vivido, y experimenta una empatía... la misma que Willard con Kurtz en su día, pero sin guerra ni combates ni conspiraciones de por medio. Ni un tiro, ni un arma. Creo que sería igual de intenso.
En cierto momento del viaje, Lance el surfista se está tiñendo la cara con colores de camuflaje, y el "jefe" le pregunta porqué. "Para que no nos vean. Salen como moscas". Y en la siguiente escena, se ve a Willard mirando la última foto supuestamente oficial de Kurtz del informe, una sombra que sí que es irreconocible:
Un contraste que da que pensar. El primero desea absurdamente camuflarse con el entorno, el segundo ya es parte de su entorno. No sólo eso, sino que posteriormente el propio coronel también se aplica el mismo rito tribal del ejército en un momento muy significativo, dando una apariencia completamente distinta a la que pretende adoptar Lance, una apariencia temible, casi como mostrando su verdadera cara, fundida con la selva:
Y así podría continuar con otros detalles, símbolos y contrastes significativos, pero prefiero dejar que cada cual saque las suyas, cuando vea esta película. Y aseguro que, sean cuales sean, cambiarán la próxima vez que la vea, tiempo después. Esta es una obra maestra, de ésas raras que cuando se presencian, se obtiene una visión distinta, pese a ser reconocida una y otra vez. Como "Blade Runner", y "Excalibur", por ejemplo, otras obras maestras de la misma casilla...
Los detalles biográficos, las anécdotas, las fichas técnicas, todo eso también daría mucho que hablar, pero es muy conocido y archidebatido.
Tan sólo mencionar que la filmación de esta película fue un verdadero desastre financiero, y que dicha gestión fue duramente criticada por la industria cinematográfica de aquellos tiempos. Venía a decir al resto del gremio que, si querían hacer grandes películas, había que invertir y disponer de muchísimos medios económicos, y que no bastaba con un montaje de cartón piedra, un par de coches de época y unas cuantas balas de fogueo. A mí personalmente me llamó la atención una historieta en un cómic de Walt Disney, en donde el superavaricioso y repelente tío Gilito sufría lo indecible en un proyecto de una película, en la que el protagonista principal, un piloto de las fuerzas aéreas, sufría de amnesia, y que para curarlo, había que "recrear" el mismo ambiente en el que había perdido la memoria... es decir, estrellar unos cuantos aviones en un portaaviones, todos reales y pagados por el millonario sufridor. A mí , que la leí de niño, se me escapó por completo el sentido de esta historieta, de hecho no le veía la más mínima gracia. Pero muchos años más tarde, cuando supe de las circunstancias en las que se había filmado "Apocalypse Now", caí en ello, y ahora no puedo sino burlarme abiertamente de la ultraconservadora Walt Disney y de lo que aquello significó para su modo de hacer cine, intentando conservar su "cuota de mercado".
Podrían filmar una segunda parte detallando qué habría sido del capitán Willard, tras salir de esa pagoda siniestra y volver al barco: ¿llegaría a la central de mando en Saigón, entregaría el informe y... luego, qué...? Veinte, treinta, cuarenta años después. Con el mismo actor, ya envejecido y canoso, perdido en una aldea cualquiera del medio oeste de EEUU, un eremita misántropo que vive solo en medio de la nada. Incluso tomando la misma estructura narrativa: un periodista novato con gusanillo, que le descubre casualmente y le investiga poco a poco, que se acerca a él para entrevistarle, que conforme se aproxima va viendo lo que él ha vivido, y experimenta una empatía... la misma que Willard con Kurtz en su día, pero sin guerra ni combates ni conspiraciones de por medio. Ni un tiro, ni un arma. Creo que sería igual de intenso.
Añadir también que la violencia expresada en estas películas, pese a despertar más o menos efecto, siempre se amolda al espectador, convirtiéndose en un recuerdo superficial, un pasatiempo, embruteciéndolo o asimilándolo como algo pasajero. En mi caso particular, pienso que esta película en concreto fue la que abrió la veda en su día para presentar películas teatralmente descarnadas, pero os puedo asegurar que la violencia presentada aquí se queda en anécdota frente a historias ficticias leídas, tanto en la literatura como en el cómic, sobre todo en el cómic...
A continuación, una relación de frases para la historia:
Coronel Walter E. Kurtz
"Es imposible para las palabras describir lo que es necesario para aquellos que no saben lo que el horror significa. El horror. El horror tiene una cara... y uno debe hacerse amigo del horror. El horror y el terror moral son tus amigos. Si no lo son, son enemigos a los que hay que temer. Son enemigos de verdad".
"He visto horrores... horrores que tú has visto. Pero tú no tienes derecho a llamarme asesino. Tienes derecho a matarme. Tienes derecho a hacer eso... pero no tienes derecho a juzgarme".
"¿Alguna vez has pensado acerca de la verdadera libertad? La libertad de opinión de otras personas... ¿hasta la libertad de que uno pueda opinar?".
"He visto un caracol, se deslizaba por el filo de una navaja, ese es mi sueño, más bien mi pesadilla, arrastrarme, deslizarme por todo el filo de una navaja de afeitar, y sobrevivir".
"Debemos matarlos, debemos incinerarlos, cerdo tras cerdo, vaca tras vaca, aldea tras aldea, ejército tras ejército... y me llaman asesino, ¿cómo hay que llamarlo, cuando los asesinos acusan a los asesinos? Mienten, mienten y tenemos que ser misericordiosos con los que mienten. A esos peces gordos, les odio, ¡cómo les odio!".
"Entrenamos a jóvenes para disparar sobre la gente, pero sus comandantes no dejan que los muchachos escriban 'joder' en sus aviones... porque es una obscenidad".
Capitán Benjamin L. Willard
"Yo quería una misión... y por mis pecados me dieron una".
"Rompió con todos los demás, rompió consigo mismo, nunca había visto a nadie tan destrozado..."
"Si así es como Killgore hacía la guerra, me pregunto qué es lo que en realidad tenían en contra de Kurtz. No era solo por demente y asesino, había bastante de eso en todas partes".
"Era una manera que teníamos aquí en Vietnam de soportarnos a nosotros mismos. Masacrábamos a los vietnamitas con nuestras ametralladoras y les poníamos una tirita. Y cuanto más veía aquello, más odiaba las mentiras".
Coronel Killgore
"— ¿Hueles eso? ¿Lo hueles, verdad?
— ¿Qué es?
— Napalm, hijo. Nada en el mundo huele como eso. Me gusta el olor del napalm por la mañana... Una vez, durante doce horas bombardeamos una colina, y al acabar subí. No encontramos ni un cadáver de esos chinos de mierda. Qué... pestazo a gasolina quemada. Aquella colina olía a... victoria."
Jay "Chef" Hicks (Frederic Forrest) durante su estancia en la guarida de Kurtz:
"Antes creía que si moría en un sitio malvado, entonces mi alma no podría subir al cielo. Pero, ahora... ¡qué carajo!, no me importa a donde vaya con tal de salir de aquí".
Muy buen artículo. Esta película para mi es casi como un totem del cine, por cómo manifiesta los extremos humanos y en general, la locura.
ResponderEliminarMe parecieron muy interesantes las comparaciones entre killgore y Kurtz, porque nunca lo hubiese visto así. De todos modos aunque pienso que se destripa bastante la película, no creo que alguien que no la haya visto, se pegue semejante parrafada por mera curiosidad. A mi me da igual (porque ya la he visto), porque siempre está bien leer opiniones de cosas afines a uno.
Saludos :)
Hola, Carlos. Gracias por tu comentario.
ResponderEliminarSobre lo de destripar la película... Tienes razón, pero a estas alturas, quien no la haya visto, o bien es porque no ha querido verla por la fama que le precede y no quiere implicarse (me sucede a mí con "Apocalypto", he leído tantas barbaridades de ella, que me niego a verla por miedo a quedar "marcado"), o bien es un jovencito que se adentra en el mundo del cine por sí mismo. Si fuera por éste último, bueno, espero sea lo suficientemente maduro como para experimentar la curiosidad de ver por sí mismo qué transmite esta película, si todo lo que cuento aquí es verdad, además de sacar sus propias conclusiones.
De todos modos, creo que no podía exponer mis conclusiones sin destripar la película... o, espera... quizás sí... probaré en el futuro esta fórmula: describo someramente una escena, y a continuación desgloso mis impresiones, pero sin decir en ningún momento qué película es... Daría para mucho, ¿no...?
Como juego estaría entretenida tu propuesta; a nivel informativo, evidentemente no.
ResponderEliminarCon mi comentario no pretendía hacer una crítica destructiva ni mucho menos, sólo puntualizar una posible circunstancia "lectoril". Pero claro, este artículo evidentemente, no está dirigido a alguien que no la haya visto.
Respecto a Apocalypto... Pues no sé que decir: Yo la he visto, y me pareció un poco fuerte, sí. Pero como película (obra artística y sinergia de técnicas) creo que está lograda. De todos modos no es santo de mi devoción. Si has aguantado la crudeza de Apocalypse now, no creo que te marque en especial Apocalypto.
Pd: Que "Apocalyptico" es todo... XD
¡Saludos cordiales!
Carlos: en absoluto me tomo tus comentarios como críticas destructivas. Has expuesto tu opinión, y la respeto, y además me has hecho reflexionar sobre esa "fórmula"... que dicho sea de paso, cada vez tiene más "cuerpo" en mí para este blog. Ahora, no sé cuándo la llevaré a cabo ni bajo qué título o etiqueta.
ResponderEliminarDije "Apocalypto" por citar un ejemplo de película que me da repelús ver por lo que he leído de ella. Que coincidan los títulos es mera anécdota, ji ji ji... En esta clase de películas también está "Apocalipsis caníbal", o algo así. Otra casualidad.
Un saludo.