Una de mis aficiones de siempre son lo cómics. Tanto el franco-belga como el norteamericano. Ya dí algunas muestras de esta afición aquí y en la siguiente entrada (que por cierto, tengo que actualizar, muchos enlaces ya no funcionan (enlaces reemplazados y actualizados: entrad y extasiaos… los varones, digo
Una de las colecciones que sigo es “Largo Winch”, de Philippe Francq al dibujo y Jean Van Hamme al guión, un ejemplo de lo que dentro del realismo del cómic franco-belga se basa en el mundo financiero, con todos sus entresijos, sin renunciar a la acción, la intriga, el suspense y el arte, siendo otros ejemplos “I.R.S.” o “El gran fraude” (lo siento, no existen todavía enlaces a ambas series en la Wikipedia)
Como en todos los demás ejemplares de dicha serie, y más en los últimos números, a mí lo que más me llama la atención es el tratamiento del color: tonos claros, casi eléctricos, incluso en aquellas viñetas de ambientaciones oscuras. Se rehúye del negro (rarísima excepción dentro de la tendencia general de todo dibujante de cómic que se precie), dando una sensación de luminosidad que parece que se enciende una luz cuando se abre el libro al azar (y si por casualidad son las escenas de la boda, entonces la sensación es aún mayor).
Dejando esto claro (nunca mejor dicho), el argumento es el típico de todos los arcos anteriores: chanchullo a espaldas del protagonista, del que se entera por trágicos acontecimientos; implicación activa y personal en la investigación de la trama junto con su “Sancho Panza” particular, con sus habilidades y torpezas; aliados y oponentes ocasionales a lo largo del transcurso de la acción, cuyas implicaciones se radicalizan a favor o en contra… y fin del episodio en un momento álgido del relato, dejándonos a todos mordiéndonos las uñas con el odioso “Continuará”, maldición y bendición a la vez de este tipo de ocio.
No obstante, algo como esto, aunque su objetivo sea entretener, no podía permanecer al margen de la crisis económica que por desgracia nos sacude a todos. Así que los autores se han permitido incluir dos recursos narrativos que seguramente echará para atrás a más de un potencial lector acostumbrado a los dibujos desde el principio.
Lo primero es una circular a modo de prólogo, redactada por el protagonista, en donde se explica con lenguaje común el funesto devenir de los acontecimientos que generaron la crisis, que también sirve para poner al lector en antecedentes de la nueva situación general en la que se desarrollará la trama a partir de entonces, situándola en el mundo real. Y lo segundo, una entrevista en un medio de comunicación de masas en donde se analiza la situación y se proponen soluciones honestas y juiciosas para salir del atolladero.
En medio de dicha “entrevista”, se ha incluido una viñeta que a mí por lo menos me despierta una sonrisa de oreja a oreja: algunos presidentes directores generales poniendo cara de circunstancias ante una de las medidas impuestas, la bajada de sus elevadísimos salarios a la mitad, tragando bilis y callando. Y más simpatía me cabe aún presentar al jefe de todos ellos como un cretino malcriado, estirado y protestón, capaz de pataletear presentando su dimisión… para retirarla poco después. Demostrando que son seres humanos, y no robots intocables e implacables que viven en burbujas blindadas a los que hay que temer y darles toda la libertad que quieran porque a saber de qué serán capaces si se les tose siquiera un poquito.
En esta “turba selecta” incluyo yo a “elementos” reales, como E. Botín (Banco Santander), C. Alierta (Telefónica), F. F. Ordóñez (BBVA), y tantos y tantos otros desalmados… sólo que sin nadie encima que les ponga las riendas y los ate en corto, como en esta ficción.
Y también pone en evidencia uno de los dilemas que sacuden ahora a la gente: si esta tropa de “figuras” que han ocasionado la crisis con su gestión irresponsable no sólo no se sacrifican sino que se retiran con elevadísimos “despidos dorados”, ¿porqué la gente común, yo mismo por ejemplo, debo sacrificarme voluntariamente readaptándome a lo que exigen las nuevas reglas del mercado? Sé que al final tendré que pasar por el aro, pero de mala gana, a regañadientes y con mucha, mucha rabia interior.
En fin… Volviendo al cómic, tan sólo me queda apuntar una crítica argumental: si todos los motivos que instigan al protagonista a “meterse en harina” implican el desembolso de al parecer ilimitadas cantidades de dinero… ¿porqué no se le ocurrirá a un “malo” corriente y moliente secuestrar a personas cercanas a él a cambio de parte de ese dinero? Corriendo el riesgo de ser pillado, sí, porque parece que nadie puede evitar ser cazado gracias a sus métodos poco ortodoxos (toda historia debe acabar bien, es condición inexcusable en ésta y en cualquier otra serie…). Si cada vez que alguno de los suyos es secuestrado, o chantajeado, o extorsionado, y él debe acudir como quijote en su rescate… Esta idea, a pesar de que su desarrollo sería demasiado simple como para suscitar el interés de los lectores, tira por tierra el pretendido “realismo” del que se intenta dotar a todas estas historias.
Bueno, espero haber avivado un poquito la curiosidad de ajenos a esta afición a saber por sí mismos de qué estoy hablando… y también espero no haber “destripado” el grueso de la acción, algo que se me reprochó muy justificadamente aquí, en el primer comentario (no caí entonces en ese detalle… pero es que la sensación a transmitir en ese texto era arrolladora y… )
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